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"Me siento heredera de esas mujeres que desde siempre han tejido y destejido historias. Escribo para que no se rompa el viejo hilo de la voz" - Irene Vallejo

Manos de mujeres enhebraron agujas con hilos de colores para juntar pedazos de telas de diferentes tamaños,  consistencias y tonalidades…de esa juntanza nacieron las colchas de retazos, cosidas pacientemente para aislarse del frío, y muchas veces de la pobreza... Las colchas de retazos sirven de adorno y de abrigo… en ellas se cosen historias, amores, lágrimas, ilusiones, risas y recuerdos...

Tomado de la web

Con esta propuesta busco coser una colcha con muchas imágenes y algunas historias que me he encontrado y registrado en mi paso por esta montaña mágica… Las he estado seleccionando, en cierto orden, para compartirlas por este medio…hay varios caminos y también hay atajos para recorrer esta página y llegar al tejido de historias, los habitantes, músicos, lugares, acontecimientos, rinconcitos y por supuesto flores, que me he encontrado por estos caminos… la mayoría de estos fragmentos están referenciados en un espacio y un tiempo concreto, desde 2017 a 2024 y espero seguir juntando retazos, por otro ratico más.

Tomado de la web

*Vitácora

"Es un neologismo que desciende de bitácora y hace referencia directa a su prefijo vida/vita. Un cuaderno de vida: un compromiso emocional y social. La segunda parte del término, se refiere a múltiples sustantivos: cora, de corazón, cora de Kora, un instrumento musical africano con una caja de resonancia natural, receptiva, simbólica; cora de Khora, que significa receptáculo, lugar, espacio. Es un micro mundo que incluye el registro y/o la narración itinerante de experiencias subjetivas y colectivas.” (Silvia Barbotto. Letra, imagen, sonido. L.I.S. Ciudad Mediatizada. Año VI. "12. Buenos Aires, Arg. 2014)

Floreciendo

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Paul Klee.

El nombre de esta obra y los retazos de luz y color que nos regala Paul Klee, dan cuenta de la colcha que pretendo ir tejiendo, porque esta manta también pretende cubrirnos con la dimensión mágica de lo real.  Cada instante de tiempo suspendido fue capturado por mis sentidos y acá estoy entretejiéndolos, procurando aportar así al reencantamiento de este lugar del mundo en el que vivo, no como un disfraz de la realidad, sino como testimonio de la inmensa posibilidad que tenemos los seres humanos de crear, de tejer nuestro propio mundo, hilando historias, lugares, recuerdos, luces, e instantes, para arroparnos del "olvido que seremos".

Esta es la vitácora*, el diario de campo de un recorrido que no ha terminado…
 

Esta es una colcha donde entrelazo poemas escritos por otros, registros fotográficos y videos propios, obras pictóricas que me llegan por diferentes medios y algunas imágenes tomadas de la web, porque esos son los mundos en los que hoy estoy viviendo.

Esta es una colcha de retazos digital, electrónica, cibernética, online, virtual (sé que hay diferencias en estos términos, pero Google me los mostró como sinónimos, “porque todos se utilizan para describir actividades que se realizan a través de internet o de sistemas digitales”), de formato plano como son las sobrecamas bien tendidas cuando sirven de adorno y como son las imágenes que contienen. Como toda colcha, también puede servir de abrigo y que cada quien se cubra con ella a su manera, a su ritmo, ya que más que entretener, pretende acompañar.

Este es mi aporte a la construcción de memoria, identidad, patrimonio y cultura del corregimiento de Santa Elena, sin rigor académico, a mi manera…

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Marzo 2025

Un poco de mí...

“La maniática tarea de construir eternidades con elementos hechos de fugacidad, tránsito y olvido” - Juan Carlos Onetti

En el primer año en que nos taparon la boca, nos encerraron, nos pusieron en cuarentenas, nos lanzaron de golpe a la virtualidad y aprendimos a sonreír y a reconocer sonrisas con los ojos, fue el tiempo en el que me acerqué más a las posibilidades que nos brinda la tecnología.  Nací en 1954 en Medellín,   y desde hace mucho he estado percibiendo detalles, registrando momentos, paisajes, lugares, expresiones, a través de mis ojos y del dispositivo mágico de la fotografía.

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"Si todo pudiera contarse con palabras,
no sería necesario cargar una cámara fotográfica"
- Lewis Hine.

El encanto por plasmar un instante de la realidad lo heredé de mi papá, Luis Chavarriaga, de quien conservo una “selfie” que se tomó en los años 50s con su cámara Rolleiflex , y miles de fotografías que nos tomó a mi mamá, Elvia Monsalve y a mí  cuando estaba pequeña.  En ese tiempo él enviaba a revelar el rollo de colores a Estados Unidos y lo devolvían entre 5 y 6 meses después.  

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Mis primeros encuentros con la fotografía profesional fueron en la Universidad de Antioquia, a finales de los 70s e inicio de los 80s ya que en mi formación como comunicadora social-periodista recibí clases de fotografía y reporterismo gráfico. En mi hay una reportera gráfica vigente.

Me dediqué a trabajar la comunicación para el cambio social en diferentes instituciones gubernamentales, ONGS, organizaciones y proyectos sociales y a compartir dichas experiencias y aprendizajes como profesora de la facultad de comunicaciones de la misma universidad durante 33 años; en este momento (2024) estoy jubilada y jubilosa. 

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Disfruté de la fotografía análoga, siempre me maravillé revelando negativos y viendo aparecer lentamente una imagen que había capturado tiempo atrás. Luego me encontré con la magia de la fotografía digital y no dudé en ningún momento en dar el “salto cuántico” ya que me sedujo la posibilidad de ver aparecer inmediatamente, como arte de magia, algunos poemas visuales que intenté captar y retener por este medio.  

Debido a tenues cataratas que a los 50 y pico de años fueron apareciendo en mis ojos, abandoné el enfoque manual de la cámara y lo puse en automático; luego lo hice con las demás funciones. Después abandoné las cámaras profesionales y sus aditamentos, ya me pesaban un poco;  ahora  continúo reteniendo instantes con la cámara  del teléfono celular: fluyo con el cambio y  aunque sé que un buen vehículo ayuda mucho, creo y celebro todas las formas que tenemos ahora de captar  esos asombros del momento,  ya que cada vez tenemos a nuestro alcance herramientas, procedimientos,  técnicas, soportes, formatos y narrativas  que dan cuenta de un nuevo modo de ver, retener, entender y registrar el mundo . Los adelantos tecnológicos facilitan una técnica que anteriormente era muy compleja. Y yo lo celebro.

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No todos los registros fotográficos que presento aquí son grandes fotografías, pero si son grandes momentos; instantáneas de las expresiones naturales de la gente, los animales, las plantas, la naturaleza…

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“El hombre se propone la tarea de dibujar el mundo.  A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, reinos, montañas, bahías, naves, islas, peces, habitaciones, instrumentos, astros, caballos y personas.
Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas, traza la imagen de su cara.” - Jorge Luis Borges

Aunque he vivido siempre en Medellín, en el oriente, al borde de Ayacucho la calle que empalma con la carretera a Santa Elena, he habitado esta montaña por fines de semanas, vacaciones, pandemia, y cuarentenas hace más de 30 años, en la vereda El Plan en donde tengo arrendado un pequeño espacio, un balcón desde el que diviso la “bella villa”, que "Semeja un balcón sobre un abismo que titila: ¡la ciudad!..." (Gonzalo Arango) y en donde he podido disfrutar de muchas "hermosas fiestas de silencios" y también soportar el estruendoso festejo polvorero de todo y de nada que dizque llevamos en la sangre.

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"La visión de la ciudad es espléndida desde esta altura. Puede pensarse en un paisaje ideal para místicos, pero aquí viven los industriales antioqueños"... -Gonzalo Arango. Medellín a solas contigo.

Los cantos de las aves del campo pasaron a segundo plano, debido a los “pájaros de acero” que después de la pandemia invaden un espacio de la vereda, espantando nuestra fauna y el silencio que muchos venimos a buscar en esta montaña.

Soy comunicadora, sé escuchar y me encantan los relatos de las vidas cotidianas, los que procuro repetir acá de una forma sencilla como son esas historias y sus protagonistas.

Esta colcha también tiene retazos de eventos en los que he participado en esta montaña, algunos públicos, otros particulares, pero todos con un mensaje de construcción de paz, de convivencia armónica.

No podían faltar las formas y los colores de las flores que he encontrado en este jardín. A ellas, que como dijo Inés Posada, son "pura poesía vegetal", las acompañan palabras de poemas que las describen y celebran.

"Bellos versos.
Bellas flores.
Preguntó alguien: 
¿Se comen?"
(León Felipe) 

*El lienzo de este sitio web pertenece a la obra "Arcadia" óleo sobre lienzo de Omar Toro 2001

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La maestra tejedora

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Artesana para algunos, artista para otros… nacida en Pensilvania, Cundinamarca, pasó buen tiempo por esta montaña dejando como legado un grupo de mujeres tejedoras que rescatan la labor del hilo y las agujas de las abuelas en un laboratorio que lleva su nombre. Fue ella, quien fundó y promovió talleres de retazos: el arte de pegar pedazos de tela con el objetivo de desarrollar una propuesta artística, un juego de colores y formas, que incluyera a mujeres y hombres.

Fundó la "sociedad protectora de medias separadas" para recobrar las labores olvidadas del trabajo con las manos, trabajando materiales de uso cotidiano que ya no se utilizan. (La exposición fotográfica y una pequeña descripción de lo que es la sociedad, se puede ver en “Estancias” de esta página.)

Es a ella, a Margarita Patiño Parra, la maestra tejedora a quien se recuerda y se honra en esta página.

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Fotografías tomadas sin permiso, pero con respeto y buenas intenciones, de: “Telas y tablas” Vestuario para teatro. Margarita Patiño Parra. Editado por la facultad de artes y el museo de la universidad de Antioquia con el apoyo de la cooperativa Confiar y otras instituciones culturales de la ciudad. Medellín 2013.

Santa Elena: "una montaña con la inocencia perdida"

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En la meseta oriental de la cordillera central de Colombia, entre los valles de Aburrá y San Nicolás, está Santa Elena, uno de los cinco corregimientos que forman el área rural de Medellín, la capital del departamento de Antioquia. Limita por el norte con los municipios de Bello y Copacabana, al oriente con los municipios de Guarne y Rionegro, por el sur con el municipio de Envigado y en el occidente con el perímetro urbano de Medellín; su cabecera central se sitúa a 17 kilómetros del centro de la ciudad.
En la época prehispánica fue asentamiento de indígenas tahamíes y aburraes que se dedicaban a la explotación de sal y oro. Cuando fue colonizada por los españoles, también explotaron sus minas e iniciaron procesos de agricultura.  Después de la bonanza minera y el agotamiento de las fuentes salinas y de oro, el territorio floreció, ya que la agricultura y la floricultura se convirtieron en las principales actividades.  

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Papas, moras, fresas, fríjol, tomate de árbol, además de flores como cartuchos, botón de oro, lirios, agapantos, claveles, siemprevivas, se producían para el consumo local y se comercializaban en la ciudad de Medellín, para lo cual los campesinos iniciaron la práctica de usar una silleta: un armazón de madera que se sostiene mediante cuerdas a los hombros y la cabeza del cargador y que utilizaron los indígenas para transportar personas enfermas o desvalidas, víveres y encomiendas. Este fue un medio de transporte mucho más confiable que las mulas y bueyes, teniendo en cuenta las condiciones de esta montaña llena de peñascos, caminos pantanosos, bosques y matorrales.  El silletero vendedor de flores y hortalizas se hizo un personaje vistoso del paisaje urbano del centro de la ciudad y de algunos barrios, donde llevaban provisiones por encargo.

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Finca silletera familia Londoño.

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En la Medellín de inicios del siglo 20, el uso de la silleta se generalizó y con ésta la palabra “silletero” se acuñó a quienes se dedicaban a la venta de flores por las callejuelas  empedradas,  y quienes alguna vez, espontáneamente, organizaron un desfile alrededor de la plaza principal de la ciudad. 

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Orlando Agudelo Botero

En 1957 se realizó el primer desfile oficial de silleteros por las principales calles de la creciente ciudad, que se perpetuó como una parte fundamental de la cultura y tradiciones de la región, y se mantiene como evento principal, eje temático central de la Feria de las Flores que se realiza cada año, en Agosto, en la capital de la montaña. Pero la manifestación cultural silletera no se limita al desfile anual, también  es valorada durante todo el año por empresas y personas para acompañar un evento o una celebración especial, además de viajar a diferentes lugares del mundo como representación de la identidad y tradición silletera que fue declarada en 2003 como patrimonio cultural de la nación mediante la ley 838 de ese año.

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 Sillero o peón de brega en los Andes Colombianos.
Grabado francés del siglo XIX. Fundación Vistaz (2007).

Óleo sobre lienzo. Omar Toro. 2018

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Se lo explico con plastilina - Tomado de la web

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Ramón Arcila. Vereda La Quiebra (Rionegro)

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​Mural en el viaducto del tranvía. Ayacucho con carrera 29.Colectivo Jagua. Apoyo worm. 2022

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Oleo sobre lienzo - Cecilia Jiménez Ortíz

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Natalia Burgos

Esta “montaña mágica” se constituyó en corregimiento en 1987. Se distribuye administrativamente en 11 veredas, pero ancestralmente incluye un territorio más amplio que incorpora veredas de otros municipios, creando un entramado social y cultural que va más allá de los límites administrativos. Social y culturalmente está compuesto por 19 veredas distribuidas entre los municipios con los que limita y con las que se comparten dinámicas específicas y expresiones culturales como parte integral de su identidad, cultura y tradición silletera, además de diferentes representaciones culturales como la música, el teatro y la danza. Cada vereda se divide en sectores, que toman su nombre de acuerdo con un elemento reconocido por la comunidad o de apellidos de familias que la habitan.

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Creación colectiva en el parque de Santa Elena, 2019

Debido a su cercanía con la ciudad de Medellín, el contexto sociocultural se caracteriza por la irrupción de otros habitantes en el corregimiento, que cambian las relaciones entre lo rural y lo urbano, en lo que se denominan nuevas ruralidades, nuevas urbanidades, que son las distintas maneras de vivir en la ruralidad, insertando patrones de comportamiento y consumo propios de la ciudad, lo que transforma las relaciones sociales actuales;  además el aumento en el número de habitantes del corregimiento en los últimos veinte años, ha sido otra variante de la dinámica territorial, social y cultural.

Hoy, este corregimiento de clima tropical húmedo, es una frontera entre lo rural y lo urbano, lo que enriquece la cultura del territorio y sus habitantes, pero también pone en riesgo elementos de la tradición, el patrimonio y la cultura del lugar.

Estoy siendo testigo de muchos cambios en esta frontera, como las diferentes propuestas gastronómicas (Bistró bar, Gastropuff, Brunch) y en hotelería (Camping, Glamping, Airbnb) que están llegando e instalándose en el territorio. Ahora Santa Elena es sede de eventos y terapias de sanación holísticas desde ópticas ancestrales y naturistas. Esta montaña acoge también a una colectiva de mujeres liderando juntanzas que les permita caminar y construir juntas. En el campo cultural se está abriendo el panorama y dando cabida a nuevos relatos del territorio y del mundo, apostando por lenguajes artísticos que configuren espacios para el encuentro, renunciando a la mirada vertical, trabajando en alianzas, propiciando el diálogo entre lo urbano y lo rural, entre la manifestación cultural silletera y el mundo.

Este corregimiento con nombre de mujer, de mujer santa, es un - una adolescente creciendo, cambiando, convirtiéndose poco a poco en algo diferente. “Es una montaña con la inocencia perdida “como lo expresó alguna vez el padre Eduardo Monzón- Aguirre.

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Jardín de los silleteros. Vereda Perico. 2023

Mural en el parque de Santa Elena.
Sin autor. 2019.

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Monumento a la familia silletera. 
Luz María Piedrahita B.
Parque de Santa Elena. 2021.

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